¿El consumo voraz del capitalismo influye en que seamos personas más frágiles?

Consumo de internet

La humanidad ha vivido cambios vertiginosos en las últimas décadas equivalentes a la invención de la luz, la locomotora o la imprenta. En el siglo XXI estamos ante un nuevo paradigma: la posmodernidad; que entre otras peculiaridades se caracteriza por un consumo voraz y el acceso masivo a internet. Los cambios típicos de cada época nos invitan a pensar que influyen en la estructuración psíquica; el amor por uno mismo, la construcción de nuestra individualización, identidad y nuevas formas de vincularnos

Cada persona con su idiosincrasia está mediada por el tiempo, el lugar, la cultura y sus circunstancias familias, sociales y económicas, Y si bien, estaremos de acuerdo, en que eso nos hace únicos, sin embargo, también que cada generación tiene características comunes, puesto que somos hijos del tiempo. 

Y si algo nos caracteriza a los humanos es la capacidad para ser y hacer cultura. Y no siendo menos importante, la adaptación al medio, que nos permite transitar nuestras vidas entre los deseos y las imposiciones sociales del “momento”. No es lo mismo nacer en el medievo, donde el honor era más importante que el alimento, en la ilustración donde la búsqueda de la razón era más importante que la monarquía, que en la actualidad donde las social media son más importantes que la comparecencia corporal. 

Hemos experimentado en los últimos 30 años una explosión tecnológica, que autores como Castells (2006) denominan “revolución de la tecnología de la información que se puede comparar al nivel de la locomotora o la imprenta. El acceso masivo a internet, la posibilidad de tener teléfonos inteligentes, programas informáticos en Apps para descargar casi gratuitamente han “normalizado” su uso para prácticamente toda la población. 

No podemos obviar está revolución tecnológica y el impacto que produce en los sujetos. La aparición de las redes virtuales ha cambiado las formas comunicación y de vinculación; han supuesto nuevas formas de estar en el mundo, uso del tiempo libre, en lo laboral, lo social, las leyes y el amor. Podríamos decir, que lo virtual está mediando de forma integral a todo el sujeto. El pensamiento, la conducta y la condición humana está arbitrado por los aparatos tecnológicos.

El capitalismo en la postmodernidad se caracteriza por una rápida producción de nuevos productos, que tal como aparecen desaparecen, artículos de moda que duran días o como mucho uno o dos meses, y que generan sociedades de consumo frenético. Surge una estructura de consumo voraz y volátil sobre el que es muy difícil el anclaje cultural. Este consumo voraz, hambriento, sediento nunca es satisfecho.  La imposición del mercado del que es difícil escapar, nos dice dónde y que debemos comprar, consumir productos que antes de salir ya están caducos últimos modelos de IPhone, moda que dura 3 semanas, viajar a lugares paradisíacos, estar en locales de moda, y no sólo eso, si no hay que demostrarlo. Pero nunca nos sentimos satisfechos, no hay una sensación de saciedad porque siempre se quiere más. Esto genera un malestar psíquico enorme que no permite disfrutar de los logros y de lo que se tiene, pensamos en lo que nos falta no en lo que tenemos. 

Para Lipovetsky (2002) el mercado crea un Yo acorde al mercado, un yo lábil, un yo debilitado, fragmentado, un yo impulsivo, excitado, un yo “neonarcisista”. Un yo que funciona según las condiciones determinadas por el consumismo, un yo necesariamente seducido por el consumismo salvaje y en permanente excitación. 

Lipovetsky (2002) indicó “Que el yo se convierta en un espacio «flotante», sin fijación ni referencia, una disponibilidad pura, adaptada a la aceleración de las combinaciones, a la fluidez de nuestros sistemas, esa es la función del narcisismo, instrumento flexible de ese reciclaje psi permanente, necesario para la experimentación posmoderna”

El ritmo frenético actual hace que las personas no puedan escribir una historia de vida más allá del frenetismo, de los rápidos cambios cibernéticos. Los cambios son constantes: modas, laborales, familiares, amistades o pareja, por tanto, se vive improvisando en función de las nuevas circunstancias. Esta circunstancia puede afectar a la autoestima si no hay un equilibrio entre el perfeccionamiento patológico que impone la época y la mirada de reconocimiento más cercana de los íntimos. “Tener autoestima es sentirnos competentes para enfrentarnos a los desafíos y creernos merecedores de recompensa” (Horstein 2016)

El concepto de vida líquida de Zygmunt Bauman nos pone en la situación donde los rápidos cambios que viven los miembros de la sociedad impiden que los hábitos, las rutinas y las actuaciones puedan ser internalizadas. Lo que es hoy no lo será mañana, todo envejece sin dar tiempo a que se asiente y ni que se puedan conocer de forma fehaciente. Se vive el temor de no poder dar respuesta porque estemos desprevenidos, en palabras de Bauman “…a no percatarnos de las fechas de caducidad”

En la vida liquida casi todo pasa por el sí mismo, hay una constante “insatisfacción del yo consigo mismo” en palabras de Bauman (2005). Los autorreproches, autocrítica o autorreferencia es la norma.

Las personas del siglo XXI vivimos vidas con prisa, vidas que son empujadas a alcanzar el éxito entendido como la capacidad para consumir más y más cada día, pero por el contrario como estamos tan preocupados en esos temas materiales, que no nos permitimos reflexionar que realmente queremos para nuestra vida. 

En terapia hay un espacio para pararse a pensar(se), es un espacio en calma y seguro que lo permite, un espacio dónde poder decir(se) todo lo que se desea más allá de lo que se espera de nosotros y que no nos atrevemos ni siquiera a pensarlo o imaginarlo.

«Cuando patinamos sobre hielo quebradizo, nuestra seguridad depende de nuestra velocidad»

Ralph Waldo Emerson

© Erica Santolaria Sanagustín 

Reservados todos los derechos. Está prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento comprendidos la impresión, la reprografía, el microfilm, el tratamiento informático o cualquier otro sistema, así́ como la distribución de ejemplares mediante alquiler y préstamo, sin la autorización escrita del autor o de los límites que autorice la Ley de Propiedad Intelectual.

REFERENCIAS Y BIBLIOGRAFÍA

Bauman, Z. (2005). Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Barcelona. Fondo de Cultura Económica de España. 

Horstein, L. (2016). Autoestima e identidad: narcisismo y valores sociales. Fondo de cultura económica. Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Lipovetsky, G. (2002). La era del vacío. Anagrama, Barcelona. 

© Erica Santolaria Sanagustín 

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